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domingo, 17 de febrero de 2013

Avenida Rivadavia

Caminamos una calle sin hablar, Avenida Rivadavia. / Y pensé y pensé / cuándo subiste a mi tren, mujer, / que yo no te ví, / La mañana incoherente me sonrió, / una burla que volaba se escapó. / Y pensé y pensé / cuándo subiste a mi tren, mujer, / que yo no te ví... ***Av Rivadavia (Javier Martínez)




AVENIDA RIVADAVIA

Las letras de las canciones son poesías, o mejor dicho, algunas letras de canciones son poesías. Letras de tango, de folklore, de canciones populares y de rock. Incluso muchos autores de música popular han publicado libros de poesía.
Entre los pioneros del rock argentino están sin discusión los grupos Almendra y Manal. De Almendra se decía que sus letras eran “voladas”, llenas de imágenes producto de la sensibilidad incomparable de Luis Alberto Spinetta. Por el contrario, de Manal se decía que sus letras eran concretas, sabés de qué están hablando.
Hoy, en este espacio de Collar de Perlas dedicado a la poesía en las letras de las canciones populares, vamos a hablar de “Avenida Rivadavia”, de Javier Martínez y que apareciera en el primer disco de Manal, en 1970.
La ciudad de Buenos  Aires tiene la calle más ancha del mundo, la  Avenida 9 de julio y también la calle más larga del mundo, la Avenida Rivadavia, o por lo menos eso se dice, o se decía sin mayores datos que confirmen esta sentencia. Pero más allá de la verdad o no de la frase, Rivadavia es una avenida que nace en el bajo porteño y cruza todo Buenos Aires de este a oeste. En esta calle estaba la casa de Alejandro Medina, bajista de Manal  y a poca distancia de ésta, la casa de Claudio Gabis, guitarrista del grupo,  en el barrio de Caballito, y en la esquina de Rivadavia y Jujuy se encuentra el legendario bar La Perla, en pleno barrio del Once, frente a la Plaza Miserere. Rivadavia es el límite donde las calles que vienen del sur cambian de nombre hacia el norte, Jujuy se transforma en Pueyrredón y en esta avenida estaba la Cueva, el mítico lugar adonde iban los primeros rockeros argentinos a tocar.
En esos años de bohemia y primeros atisbos de hipismo local, el recorrido habitual podía comenzar en algún bar de la calle Corrientes, de ahí a la Cueva a tocar y a escuchar música y luego a seguir divagando hasta caer en La Perla, donde se podían quedar hasta cualquier hora porque nunca cerraba. En La Perla se escribían canciones y se podía compartir un café con leche que dure toda la noche. En esos lugares se naufragaba, es decir se trataba de pasar el mayor tiempo posible sin irse a dormir. Se inventaban palabras y se compartían las cosas que cada uno escribía.
La canción que hoy vamos a compartir abre con la siguiente frase:
“caminamos una calle sin hablar, Avenida Rivadavia” y nos imaginamos a estos jóvenes que estaban inventando el rock en castellano casi sin saberlo, caminando en la madrugada soñando con poesías y melodías.
La música del tema tiene un arreglo de guitarra jazzera que sería la marca registrada de Claudio Gabis. Como eran un trío, Gabis hacía el ritmo y la melodía en una única guitarra y desarrollaba acordes que demostraban la influencia del jazz y del blues que fue el sello de Manal. 
La percusión de Javier Martínez no era el batir furioso del rock’n roll, tenía sutilezas que también mostraban formación jazzística y las enseñanzas de su padre, uruguayo y murguero.
La voz en este tema es inolvidable para el que la escucha ya desde la primera vez. Es la primera canción que canta Alejandro Medina y demuestra además del sentimiento negro, su virtuosismo en el bajo, hilvanando notas que superan ampliamente la típica marcación del ritmo que habitualmente hace ese instrumento.
Una letra urbana, que nos lleve a una calle típica de Buenos Aires, no la calle del paseo bucólico, sino el lugar que recorren miles de trabajadores día, tarde y noche.
La referencia siguiente al tren, que tiene la poesía de Martínez nos habla de la soledad en la multitud.
“Y pensé: ¿cuando subiste a mi tren, mujer, que yo no te ví?”
La Avenida Rivadavia también  cruza la plaza Once o Miserere, de donde salen los trenes que van al oeste y es claro que para muchos porteños la referencia y la vinculación con el tren es inevitable.
¡Las mañana incoherente me sonrió, una burla que volaba se escapó” es quizás la única concesión a la metáfora que se permite Javier.
Un último comentario. Hay una versión que muchos años después grabó Fontova, cantando con el acompañamiento de Gabis. No hay caso, la comparación con la voz potente de Medina hace que Fontova parezca un rubiecito tierno del grupo Abba.

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