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viernes, 31 de enero de 2014

El Tango de la Guardia Vieja de Arturo Perez Reverte

El argentino, cuando no, es un seductor elegante y mentiroso, un bailarín más vivo que inteligente, y sobre todo un ladrón secreto de guante blanco. Sexy y canyengue que nació en Barracas y emigró a París. Un chanta de alta gama, un canalla encantador. Se llama Max Costa, y es el protagonista de El tango de la Guardia Vieja, donde Arturo Pérez-Reverte da a luz, no con la conciencia del novelista sino acaso con la autoridad de quien nos conoce muy bien, a un inolvidable arquetipo nacional. Sin quererlo, de algún modo nos retrató. Y lo hizo tras una minuciosa y apasionante indagación por el territorio de esa novela: el viejo barrio, cuna de la tanguería y el malevaje, adonde Costa nos lleva de la mano de una mujer enigmática y de un músico que busca los orígenes de ese "sentimiento triste que se baila" (Tango). Cuenta la historia de un amor turbio a lo largo de tres o cuatro décadas, comienza en Buenos Aires y sigue en la Europa de la posguerra. Para escribirla tuvo que documentarse sobre la historia porteña y entender el tango, donde el hombre parece conducir a su compañera aunque es ella quien sutilmente lo domina. Leí un buen comentario que le hace Fernández Diaz y dice que Perez Reverte compró las películas de Gardel, escuchó grabaciones de antaño, releyó a Borges, descubrió a Arlt, devoró libros de lunfardo y crónicas de época, conversó con viejos vecinos, caminó, comió en bodegones y se hizo una idea precisa de quiénes éramos en aquel tiempo gris y a la vez brillante. Un boom en España, fue traducida a 20 idiomas, y su presentación fue el acto más importante de la última Feria del Libro. Allí el autor contó el carácter hondo de su obra, escrita para mostrar una galería de "héroes cansados", damas y caballeros que han vivido la ilusión y ahora atraviesan la lucidez del escepticismo. Costa, que va envejeciendo, es a su modo un pillo, pero también un héroe fracasado surgido de un mundo en derrumbe. Es una novela policial y a la vez costumbrista, que sin quererlo trata sobre nosotros. De hermosa lectura.

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